viernes, 7 de septiembre de 2007

Traductores en tejanos

Imagino que, como todo el mundo, los traductores de inglés se pondrán pantalones vaqueros en alguna ocasión. Incluso los que no, seguro que tienen algún trato con esta prenda, tienen hijos o parejas o amigos que los usan, y de vez en cuando tienen que hablar de, o al menos pensar en, pantalones vaqueros. Y, naturalmente, al hacerlo los llamarán así, utilizarán la palabra que en España emplea todo el mundo, desde hace cincuenta años, para referirse a estos pantalones: unos vaqueros.

¿Por qué entonces hay tantos traductores - pero tantos, fíjense ustedes y verán - que, cuando en el texto que traducen aparecen los pantalones en cuestión, utilizan la palabra “tejanos para traducir el original inglés? ¿Han visto que alguien, aparte de ellos mismos cuando traducen, llame “tejanos a otra cosa que a los naturales de Tejas? Nunca, nadie, en parte alguna de España, ha llamado “tejanos a los vaqueros, pero ellos perseveran, incomprensiblemente, en escribir “tejanos como traducción de “blue jeans, o como quiera que se diga en inglés. Mientras lo hacen probablemente vistan unos cómodos vaqueros a los que jamás se les ha ocurrido llamar de ninguna otra forma que vaqueros.

Es un misterio insondable.

Pero no es más que un ejemplo de un fenómeno que a mí no deja de intrigarme cada vez que abro un libro traducido, y que me permitiría en muchísimos casos saber que es traducido aunque ignorase el título y el autor. Un fenómeno por el cual muchos libros están escritos en un idioma que solo existe en sus páginas y que presenta diferencias sustanciales con cualquier castellano que alguien real haya hablado alguna vez.

Otro ejemplo: ¿nadie ha explicado a esos traductores que el pretérito imperfecto español no equivale ni en significado ni en uso al tiempo pasado inglés? La frase inglesa “She said me to be her friend” debe traducirse por “Dijo que yo era amigo suyo”. “Dijo”. Lo dijo en una ocasión específica, la única a la que se refiere la frase. No se puede traducir por “Decía que yo era amigo suyo”, porque en español el pretérito imperfecto, “decía”, implica, usado así, sin más complementos, que la afirmación se hacía con carácter habitual. No que se dijo en una sola ocasión, sino que se decía frecuente o habitualmente. En inglés, en cambio, el pasado, “said”, se refiere, como nuestro “dijo”, a una sola vez, la concreta vez de la que se está hablando. Y como no tiene, al contrario que el español, dos pretéritos distintos, cuando quiere extender la acción a un plazo indeterminado de tiempo pasado durante el que se realizó frecuente, habitual o constantemente, el inglés emplea el verbo to use: “She used to say me to be her friend.

Este “used suena como un clarín en la conciencia de nuestros traductores, los encabrita notablemente. Acuden diligentes a su diccionario, físico o mental, depende de cuánto sepan (de cuánto sepan de inglés, de español siempre saben más bien poquito). “To use: Soler”. ¡Ah! “Ella solía decir que yo era su amigo”, traducen concienzudos, dispuestos a no ignorar ni un matiz del texto original. Y ya los tenemos otra vez hablando de “tejanos”.

Soler + verbo en infinitivo”, en español no traducido - en español de vaqueros - es, efectivamente, realizar la acción del infinitivo con frecuencia. Y como el propio pretérito imperfecto ya proporciona, él solito y sin necesidad de ningún verbo auxiliar, ese significado de costumbre o frecuencia, "She used to say me to be..." debe traducirse, ahora sí, como “Decía que yo era...”, y el “solía” sobra por completo.

Y menos mal cuando se limita a sobrar, como en este caso, pero sin estorbar demasiado. Porque “soler”, en realidad, significa hacer con frecuencia o a veces la acción a que se refiere el verbo a cuyo infinitivo acompaña, no hacerla habitual, constante y regularmente. “Suele venir los martes” significa “Viene la mayoría de los martes” o “Casi siempre que viene es en martes”. Pero excluye la habitualidad indefectible. No se dice que “suele ocurrir” de algo que ocurre siempre, matemática e inexorablemente, ni tampoco de algo que ocurre de modo constante, ininterrumpido y permanente. No decimosDos y dos suelen ser cuatro”, porque en “soler” va implícita la idea de algo que sucede muchas veces, pero no todas las veces. Ni decimosMi hijo suele estudiar Arquitectura” cuando no es que se interese de vez en cuando por la materia, sino que está matriculado como alumno oficial en la Escuela Superior.

Eso a estos traductores no les importa nada, y así todos leemos con frecuencia frases como: “Solía ser amigo mío o “Solía ir a mi colegio, en vez de “Era amigo mío o “Iba a mi colegio. Y nos tenemos que imaginar al ciudadano declarando su amistad los lunes, miércoles y viernes para negarla los martes, jueves y fines de semana; o haciendo visitas esporádicas al colegio, hombre, Johny, qué te trae tanto por aquí.

Tampoco les importa que el español, al contrario que el inglés, omita salvo en contados casos el sujeto cuando es un pronombre personal. Ellos trabajan un texto inglés, en el que antes de un verbo siempre hay un “I”, un “you”, un “he”, un “she” o un “they”, y su compromiso de fidelidad a ese texto les prohíbe suprimir información tan sustancial como la que dan estos pronombres. Ni les importa que los adjetivos, que en inglés van inevitablemente antes del sustantivo, en español deban ir tras él, salvo en el caso específico y más bien raro de los epítetos. Las manías de los que hablamos español no les incumben. Lo que ellos saben es inglés, por eso lo traducen. Con el idioma de llegada ya nos apañaremos los lectores, que, como no sabemos inglés, podemos ocuparnos de esas tonterías.

Digo que no les importa, no que no lo sepan, y eso es lo que constituye para mí el misterio. Porque aquí no estoy hablando de los innumerables horrores que esas traducciones comparten con otros muchos textos escritos originalmente en castellano. No pienso ahora en los gerundios mal usados, en los “detrás suyo” ni en ninguna otra de las barbaridades comunes que muchos traductores, como mucha otra gente, escribe y dice por simple ignorancia. Todas ellas son espantosas, sí, pero no características de este idioma especial que podríamos llamar “español traducido”, porque desgraciadamente las podemos encontrar prácticamente en cualquier texto, traducido o no.

De lo que hablo ahora, lo que me intriga tan profundamente, son estas otras barbaridades específicas, que a veces no son ni siquiera eso, solo peculiaridades inexplicables, como los tejanos. Las que solo nos encontramos en textos traducidos y que, casi seguro, no tienen nada que ver con el idioma que usan normalmente, cuando no traducen, quienes incurren en ellas.

Si en su vida diaria también hablaran así, si normalmente dijeran “Yo solía ser del Real Madrid o “Ella solía tener largo su rubio pelo, lo entendería. Pero no es el caso. Mal o bien, hablan como todo el mundo, saben cómo se habla en español pero, por algún motivo con el que no soy capaz de dar, cuando traducen deciden no usar ese conocimiento y lo dejan cuidadosamente a un lado. Traducen deliberadamente a otro idioma distinto del que hablan, del que se habla. Usan vaqueros, pero ellos suelen traducir “tejanos.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Estupideces escogidas


- ¿Por qué escribe así su nombre, es que es extranjera?

- No, es solo que es imbéZil.


Un concierto de música sacra es uno de los pocos casos conocidos en que el órgano crea la función.


La Deuda Pública ¿es tener que andar por el barrio escondiéndote de los tenderos?


En el país de los riegos, el huerto es ley.


Hay matrimonios que fallan porque el tipo, en vez de una novia formal, se echó una fobia normal.


Si dejas tuerto a tu amigo, no le reproches luego que ya no te mire con los mismos ojos.


A palabras recias, oídos gordos.


El presidente del Gobierno guía su conducta por un criterio enteramente opuesto al de la mujer de César: no sólo tiene que ser DEShonesto, tiene, además, que NO parecerlo.