lunes, 29 de septiembre de 2008

Los problemas del tío Guillermo

Como ya he contado en algún otro sitio, mi tío Guillermo, único hermano de mi padre, se marchó a la Argentina poco después de la guerra. Vivió allí largos años, vino a España durante un par de años, a mediados de los setenta, para obtener el derecho a su jubilación de funcionario y, conseguido su objetivo, se volvió para allá, donde murió no mucho después. Para mí y mis hermanos había sido siempre un personaje mítico y lejano, y su súbita encarnación en un señor mayor, de barba de chivo, mirada penetrante, saberes enciclopédicos, tronante acento argentino y comentarios regocijantes e iconoclastas no nos defraudó en absoluto, al contrario, a mí al menos –quince años para cumplir dieciseis- me acabó de consolidar su leyenda, construida desde mi infancia a partir de unas pocas noticias deliberadamente ambiguas sobre los motivos de su emigración, las largas cartas de letra minuciosa que de tiempo en tiempo recibía mi padre y de las que solo nos trascendían párrafos escogidos y, sobre todo, los “Problemas del tío Guillermo”, pasatiempos lógicos que se entretenía en componer y que durante un tiempo le publicó no sé qué periódico porteño. Mi hermana tiene los recortes originales, que no sé si mi tío trajo consigo cuando vino a Madrid o enviaba a mi padre. En original o no, lo que es seguro es que nos los mandaba, porque a resolver los “Problemas exactos al margen de las Matemáticas” del tío Guillermo, o más bien a tratar de hacerlo, dediqué más de una tarde de mi infancia y adolescencia. Ya mayor he conseguido resolver alguno de los más sencillos y hasta, sobre uno de ellos, tengo escrito -y publicado en este blog- un relato corto, mi única y modestísima incursión en el terreno de la ficción, cuya lectura recomiendo a quien no la haya hecho, porque me quedó muy bonito. (¿Quién va a decirlo si no lo digo yo?).
Para que se hagan una idea y, de paso, pongan a prueba, si les apetece, su cultura general y su paciencia, les transcribo a continuación uno de los problemas de mi tío, “Diecisiete personajes en busca de autor”:
DIECISIETE PERSONAJES EN BUSCA DE DIRECTOR

No es un drama de Pirandello. Es una pesadilla. El señor Bookman se ha quedado dormido encima de sus queridos libros y sueña...
Sobre la mesa hay 17 obras notables de la literatura universal. De pronto se oye un ruido extraño. Del seno de cada libro brota una figurilla gesticulante. Bookman las reconoce sin dificultad. Son el simpático DAVID COPPERFIELD, la enamorada ANNY CROSS, la veleidosa ANNA ARKADIEVNA KARENINA, el resuelto FELIPE DERBLAY, el mandarín TI- CHIN- FU, el estanciero FEDERICO DE AHUMADA, el hidalgo ciego DON FERNANDO VILLALAZ, la suicida REBECA WEST, la campesina ALDONZA LORENZO, el negro BRUTUS JONES, el pastor ELIAS PORTOLU, el pícaro GUZMÁN DE ALFARACHE, la princesa egipcia NITETIS, el barón GAIGERN, la florista ELISA DOOLITTLE, la niña SVANHILD SIMONSEN, y TEODOSIO DE GOÑI, aspirante al trono de Vasconia.
Todos ellos hablan al mismo tiempo en sus diversos idiomas y Bookman comprende al punto lo que sucede: estos 17 personajes literarios pretenden escaparse de los textos en que viven encerrados y andan discutiendo a cuál de ellos corresponde la jefatura del grupo para que los guíe a todos en su aventura. Cada uno alega sus propios méritos y la disputa va a resultar interminable. Entonces Bookman les dice:
- Yo arreglaré esta cuestión. Que cada uno de ustedes arranque la inicial del apellido de su correspondiente autor y que me la entregue.
Las figurillas obedecen y el bibliómano lanza al aire las 17 letras, que revolotean durante unos segundos mientras Bookman invoca a las Musas. El resultado es sorprendente: las 17 iniciales caen sobre la mesa componiendo el nombre de uno de los personajes, el cual es elegido jefe por aclamación.
¿A cuál de los 17 personajes literarios le ha sido conferido el mando?