domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Mayor o menor? (Donde el tamaño sí importa)

Que no cunda el pánico, esto no es lo que parece. Aunque el título haya podido despertar otras expectativas en sus rijosas mentes, se trata nada más que de una nueva entrega de mis interminables disquisiciones musicales, de las que sin duda acabaré por aburrirme algún día. Día que, lamento comunicarles, no ha llegado aún. De hecho, me propongo, en primer lugar, proceder a la

Solución del acertijo musical

que quedó aquí planteado hace una semana (¡Caramba, lo prolífico que me estoy volviendo! A ver si se me van a acostumbrar mal...)



Sí, señores: como acertó sagazmente... esto... un momento... eh... nadie... eh... decía que... la misteriosa melodía que, convenientemente alterada, sirvió de voz principal a mi composición musical del anterior post era... el Himno Nacional. Mi alteración consistió en volverlo del revés y volver luego a armonizar el resultado.

(Mi agradecimiento de autor novel para todos los que han respondido a la adivinanza con sus conjeturas. Merece especial mención Zafferano, por su perseverancia en tratar de acertar con repetidos disparos que, desafortunadamente, no dieron ninguno en el blanco. Lansky, con su única apuesta por "Clavelitos", es el que menos lejos anduvo; por lo menos acertó con el género, que en ambos casos viene a ser, como es notorio, la exaltación de los valores patrios.)

El Himno Nacional, también conocido como Marcha Granadera o Marcha Real Española, es un toque militar del siglo XVIII que, sin duda a falta de algo mejor, nuestros gobernantes de 1870 decidieron dejar como símbolo musical de la nación, y que ha seguido siéndolo desde entonces con la más o menos entusiasta aquiescencia general y con las interrupciones y amenidades que son del dominio público. (Como dice Mafalda: si vos creés que es elblico el que domina los acontecimientos...)


Pues sí, pues sí. Verán: si a esta conocida melodía:



se le da la vuelta, esto es, se escriben exactamente las mismas notas en el orden contrario, empezando por la última y acabando por la primera, queda esta otra, que la verdad es que no se le parece en nada, no me extraña que nadie la reconociera:




Esta segunda, la Marcha Real del revés (podemos llamarla la Laer Ahcram, para entendernos), es la que, tras la inexplicable inspiración que me llevó a realizar esta maniobra subversiva –"démosle la vuelta al menos a esto, ya que a otra cosa no podemos", me dije– decidí yo tomar como melodía principal de mi composición.

Naturalmente, el cambio requiere mucho trabajo. Para que se hagan una idea: si hiciéramos la misma operación con una novela y la escribiéramos de nuevo pero colocando en orden contrario las principales peripecias del argumento, tendríamos que reescribir un montón de cosas. No es lo mismo, por ejemplo, contar que Johny encontró a su mujer en la cama con su mejor amigo y decidió, en vista de ello, alistarse en la Legión Extranjera, que contar que Johny resolvió conocer por fin el África enrolándose en la Legión Extranjera y su esposa aprovechó la ocasión para beneficiarse al mejor amigo de su marido. Son historias totalmente diferentes, que requieren explicaciones, emociones, motivaciones y mises en scène por completo distintas.

Bueno, pues con la música pasa lo mismo: las armonías, segundas voces y demás chundaratas que acompañaban satisfactoriamente a la Marcha Real resultan por completo inadecuadas, discordantes y tirando a inexplicables cuando se les da la vuelta y se pretende que acompañen a la Laer Ahcram. No sirven, hay que inventarse otras. Eso es lo que hice, con gran trabajo y resultado opinable, pero en cualquier caso perfectamente intrascendente: en resumidas cuentas, tampoco es así como acabaremos con la Monarquía. Vaya por Dios.

La verdad es que estas manipulaciones musicales, aunque políticamente inútiles, resultan muy entretenidas y constituyen un buen sucedáneo para los que, faltos de talento para inventarnos nuestra propia música, queremos no obstante experimentar algo remotamente parecido a lo que debe ser el disfrute de los compositores de verdad. Yo al menos me lo he pasado muy bien y he aprendido mucho aderezando un par de melodías de las diversas maneras que se me han ido ocurriendo; y llevado de mi afán didáctico tanto como del no menos noble de escribir algo en este blog, me propongo ahora compartir con ustedes al menos la instrucción, con la esperanza de que algo les alcance también de la diversión.

La de darle la vuelta como a un calcetín es una de las metamorfosis más radicales a que puede someterse una melodía, pero hay otras no tan drásticas que también dan un juego muy satisfactorio. La más sencilla de todas, por ejemplo: cambiarla de tono. Si todas las notas de una música cualquiera se suben, o se bajan, en la misma cantidad de medios tonos –que vienen a ser las unidades mínimas de la música decente, desde que Bach escribiera El clave bien temperado hasta que los músicos contemporáneos han resuelto prescindir al tiempo del clave y de la templanza– seguimos teniendo la misma melodía, perfectamente idéntica y reconocible, pero transportada a una tonalidad distinta de la que su creador dispuso. Es tan elemental esta manipulación que, de no mediar comparación inmediata y recordable entre las dos tonalidades, no solo nadie la advierte –salvo dos o tres felices mortales que gozan de lo que se llama "oído absoluto", lo que les supone un gran ahorro en diapasones– sino que todos la realizamos sin saberlo y con la mayor soltura cuando silbamos o cantamos cualquier melodía. Lo hacemos empezando en la nota que nos pide el cuerpo o que nos permite la voz, que rara vez, y solo por casualidad, será la que señala la partitura original. Nos quedamos tan anchos y a nadie le parece mal porque, de hecho, está muy bien. Una melodía viene a ser como una figura, que no cambia aunque se la traslade de lugar. Igual que un dibujo cualquiera sigue siendo el mismo lo pongas arriba o abajo de la hoja, una melodía sigue siendo la misma la toques empezando en Do o en Mi. Lo que la define no es dónde está, sino qué distancia hay entre sus notas, y mientras esta no varíe no se "deformará", y seguirá siendo la misma. Por eso siguen ustedes reconociendo la Marcha Real si, en vez de escribirla en Do mayor, como está arriba y ordena la versión canónica, la bajamos cuatro semitonos y nos la plantamos así en La bemol Mayor:



¿A que les da igual? Más baja de tono, pero sigue siendo la Marcha Real, a la que, como a cualquier otra música, podemos subir y bajar tranquilamente por toda la escala musical, valga decir por todo el teclado del piano, sin que sufra modificación advertible.


También resulta muy vistoso cambiar el ritmo, esto es, la duración relativa de las notas y de los silencios. Si se hace con un poco de criterio, salen cosas muy interesantes. Vean, por ejemplo, lo que promete una simple redistribución de duraciones en los primeros compases de la Marcha Real (espero que el intenso manoseo a que la estoy sometiendo no resulte ser ninguna clase de desacato, porque entonces se me va a caer el pelo):



Tiene ritmo, ¿verdad? Bueno, así, a palo seco, queda un poco sosa; pero si le metemos unas cuantas notas de relleno, le ralentizamos un poco el tempo y le ponemos un sencillo acompañamiento para la mano izquierda, nos queda esta especie de foxtrot:



en el cual quien siga reconociendo la melodía de nuestro Himno Nacional cuenta con mi más cordial enhorabuena y con mi personal garantía de que tiene un oído estupendo. Porque, aunque está ahí, con todas sus notas, es cierto que a primera vista no es fácil advertirlo. Traten ustedes de tararearlo al tiempo que suena mi arreglo y verán lo bien que encaja.


Ahora bien, la manipulación más espectacular de todas, en mi opinión; la que ha dado origen al título de este post, es también una de las más sencillas. La que consiste en variar el modo mayor o menor en que está la tonalidad. Es sorprendente lo que puede cambiar una música sólo con bajarle medio tono unas cuantas notas elegidas estratégicamente –si está en Mayor y queremos pasarla a Menor– o con subírselo a esas mismas notas –si la transformación deseada es la contraria–.

Por lo poco que yo sé del asunto –no me hagan mucho caso, en esta materia soy perfectamente autodidacta y probablemente me estoy inventando o contando mal buena parte de lo que sigue– lo de mayor o menor no se refiere a otro tamaño que al de la tercera que separa las dos primeras notas del acorde correspondiente a la tonalidad en que está la música en cuestión.

Esto de la tercera tiene también sus bemoles: para no perder el estilo arbitrariamente irracional que preside toda la terminología musical, los músicos llaman tercera al intervalo que separa dos notas alternas cualesquiera, "primera" y "tercera", respectivamente, en el orden en que están en la escala diatónica (perdonen el palabro: en las teclas blancas del piano). Intervalo que, notoriamente, será de dos "unidades": tres menos uno, dos. Bueno, pues es igual; ellos lo llaman tercera, imagino que por el aquel de despistar a los no iniciados.


Para acabar de arreglarlo estas "unidades" no son todas iguales, porque algunas tienen dos semitonos y otras solamente uno. Fíjense ustedes en el teclado –me refiero al de un piano, o instrumento similar, no al de su ordenador– y verán que las teclas negras no están repartidas homogéneamente: entre dos teclas blancas consecutivas puede haber una tecla negra, es decir, dos semitonos, o puede no haber ninguna, y entonces solo las separa un semitono. Como consecuencia hay terceras más largas que otras; terceras de cuatro semitonos, que son terceras mayores, y terceras de solo tres semitonos, que son terceras menores. ¿Me siguen?

No, ¿verdad?

Sinceramente, no puedo reprochárselo.

Bien, a lo que iba: al parecer las dos primeras notas de cualquier acorde, o tonalidad, están siempre a la distancia de una tercera o, por decirlo más exactamente, la segunda nota de un acorde es siempre una tercera de la nota por la que empieza. (Esta última se llama, creo, tónica y es la que le da nombre al acorde: Do Mayor empieza por Do, La sostenido Menor empieza por La sostenido...) Si es una tercera mayor, uséase si está a cuatro semitonos de la tónica–la distancia de Do a Mi, pongo por caso– el acorde está en modo Mayor. Y si es una tercera menor, es decir, a solo tres semitonos de la tónica–lo que va de Re a Fa, un poner– el acorde está en modo Menor.

(Si no lo han entendido no se preocupen, es culpa mía y además no es importante. La música, ahora que no me oye ningún profesional, es para disfrutarla. Destriparla para averiguar cómo funciona merece la pena solo si nos divierte.)


Sí es importante, en cambio, la diferencia sonora entre ambas clases de acorde que, a pesar de estos nombres, no tiene absolutamente nada que ver con tamaño, cantidad o altura. Es mucho más espectacular. Si hay que situar sus efectos en algún terreno, yo los colocaría en los del color, la luz o la emoción. Pero como no suele gustarme caer en el lirismo, omitiré las descripciones y pasaré directamente a un conocido ejemplo pictórico, la Catedral de Rouen pintada por Monet a dos horas distintas del día, que, por una vez, vale casi tanto como mil palabras, incluso aunque sean mías.

Mejor aún ilustrará lo que quiero decirles un ejemplo musical. Vean ustedes, por variar de himno y no desgastar más al nuestro, esta versión de La Marsellesa. (Esta vez el arreglo no es mío, me lo he bajado de Internet, donde puede encontrarse y descargarse gratis, en formato MID, prácticamente cualquier música que se busque. Habitualmente la descarga provoca que el ordenador "toque" la música con cualquiera de los programas que traen puestos a estos efectos, pero si uno tiene el Finale instalado puede "abrirlo", en vez de tocarlo, y se encuentra con una valiosa partitura que, además, puede guardar, retocar y modificar a su antojo. Imagino que al hacerlo estoy vulnerando de varias maneras distintas al menos dos o tres derechos de autor por cada partitura. No duermo, del remordimiento.)

La Marsellesa es un canto guerrero del siglo XVIII, como la Marcha Real, y, como ella, está en un brioso y enérgico tono Mayor. Do Mayor, concretamente, que parece ser el preferido para los himnos. Suena, como bien saben ustedes, así:



y oyéndola se comprende que a sus sones los franceses tomaran la Bastilla, guillotinaran a medio Gotha y conquistaran otra media Europa. Según Napoleón, que no tenía ni idea de música pero de guerra algo sabía, esta música les ahorró muchos cañones.


Si ahora va uno –yo, sin ir más lejos– y se dedica a la laboriosa tarea de buscar en la partitura todas las notas que coinciden con las terceras mayores de las tónicas de los acordes que se suceden en esta música y en los que resulte necesaria la transformación; borrarlas y sustituirlas por otras iguales pero medio tono más bajas, es decir, correspondientes a las terceras menores, lo que ha conseguido al cabo de cosa de un par de horas de trabajo es cambiarle el modo. Ya no está en Mayor, sino en Menor.

Podemos llamar, a lo que nos ha quedado, la Marsellesita. (Digamos, de paso, que la Marsellesa no esta integramente en tono mayor; tiene un pedazo, ese en el que habla de los feroces soldados que vienen a degollar a nuestras mujeres e hijos, en el que se pasa un ratito al modo menor, cuatro compases, para ser exactos. En ese pasaje he hecho la maniobra inversa y he subido en medio tono las notas correspondientes, para que quede en modo mayor y se conserve el contraste original.)

La Marsellesita, o Marsellesa en tono menor, suena insidiosamente reconocible, pero muy, muy distinta de su hermana mayor. Ya no inspira deseos de degollar aristócratas ni de cargar a la bayoneta contra los prusianos. A lo sumo, de meditar piadosamente sobre la mera consideración de semejantes actividades, para deplorar la triste condición humana y su inclinación a la violencia. Ya no se adapta tan naturalmente a sus notas esa frase final tan bonita: ¡Que una sangre impura riegue nuestros surcos!, que siempre me ha causado un sobresalto considerable. (¿Se imaginan ustedes decir semejante cosa en un himno que se escribiera hoy? Los franceses es que escribieron su himno hace doscientos y pico años. A nosotros se nos ha pasado la edad, mejor dejamos sin letra al nuestro.)

Con lo que a continuación oirán si aprietan el botón lo más que puede invocarse como riego de los campos de Francia son las dulces lluvias de la primavera, o el llanto que brote de los enternecidos ojos de los agricultores que lo escuchen. La cosa suena así:



A mí me parece una ilustración bastante clara de la diferencia de sonido, significado y emoción que existe entre las tonalidades mayores y las menores; y de cómo hay asuntos en los que tenerla mayor o menor –la tonalidad, digo– es una cuestión importante.

23 comentarios:

  1. Estoy indignado. ¿Me estás diciendo que el himno nacional no es Clavelitos? A veces pensé que era Asturias patria querida, pero ese es el de Asturias y por extensión el de los borrachos, claro que si el de los franceses es la Marsellesa, que sólo lo es de Marsella...En fin, no sé, pero creo que no me quieres otorgar el premio con tus trampas musicales

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  2. Como ya te dije, consciente de mi carencia de oido no perserveré en el intento de resolver tu enigma musical; lejos estoy de tener el ingenio y constancia de Zaffe. Ahora bien, si hubieras dicho a modo de pista que se trataba de la Laer Ahcram, mi erudito conocimiento del gaélico de las Highlands me habría bastado para encauzarme hacia la solución.

    Ahora en serio: me ha parecido interesantísimo todo lo que explicas así como tus entretenimientos destripa musicales autodidactas. Además los resultados sucesivos, amén de instructivos, son de lo más curiosos y agradables. Tu anti-marcha, por ejemplo, me suena bastante mejor que la que tenemos por himno y me sugiere que a lo mejor esa España al otro lado del espejo podría ser una pateria mucho más acogedora que la que nos ha tocado en suerte.

    Muy divertido este post y, sobre todo, puedo entender perfectamente lo bien que te lo estás teniendo que pasar con tu afición. Tan sólo una mínima corrección: la marsellesa no sonó cuando la toma de la Bastilla, sino unos pocos años después. (También me ha gustado más tu versión en tono menor).

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  3. Parece mentira, Lansky, que seas capaz de pensar estas cosas de mí. Encima de que equiparé Clavelitos con la Marcha Real (con el consiguiente menoscabo para... elige cuál de las dos) solo para acercarte un poco al acierto...

    ¡Miroslav, qué sagaz observación la tuya! No solo el Himno al revés suena a marcha escocesa, sino que su nombre al revés, efectivamente, suena a gaélico. Vamos a pasarle el descubrimiento a Benítez, o a Sánchez Dragó, para que elaboren alguna teoría esotérica sobre la pervivencia oculta de nuestras raíces celtas...

    Tienes mucha razón, los asaltantes de la Bastilla no pudieron entonar la Marsellesa. Me dí cuenta después de escribirlo, pero me dió pereza cambiar la frase. Además, seguro que la habrían cantado si Rouget de Lisle se hubiera dado un poco más de prisa en componerla...

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  4. Pues yo te había hecho un comentario precioso, pero como suele suceder, cuanto más bonito es el comentario, más posibilidades hay de que se pierda, no se sabe por qué. Si me acuerdo de lo que decía te lo volveré a poner.

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  5. Yo disiento (supongo), pero las partes más bonitas de la Marsellesa son las más crueles y sanguinarias, las que sacadas del contexto en que fueron pergeñadas, o sea, ahora, más cachondas quedan. Si no terminarán rediseñando las banderas (alberto corazón, cielo santo), los himnos y sustituiran a Velázquez por fotos coloreadas de Ouka Lele.

    P. ej.,la letra del himno de Bolivia habla de matar y morir todo el rato, como debe ser, pero lo cierto es que han perdido todas las guerras, salvo con España en su independencia, así que matar no debieron matar mucho. En cambio lo que más me gusta del español es que no tenga letra: nosotros tarareamos nuestro patriotismo, leches.

    ¡Viva la Marsellesa que es preciosa (letra incluida y debidamente contextualizada). Y sí, vanbrugh, tus experimentos musicales rozan la deincuencia, en cambio tus vulgarizaciones de teoría musical me encantan y además supongo que cabrearán muchísimo a los musicólogos. ¿Qué?, ¿más contento que con mi comentario en mi blog?

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  6. Qué va, si algún músico profesional llegara a leer mis divagaciones, cosa improbable, estaría encantado al comprobar una vez más que los profanos no decimos ni hacemos más que tonterias y que su particular ciencia sigue siendo inaccesible para los no iniciados.

    Y sí, me encanta ser un delincuente con tan poco riesgo. Es tan emocionante como asaltar bancos, aunque algo menos lucrativo, y puedes torturar impunemente a los rehenes...

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  7. Jajaja! Que post tan magnífico, me he reído un montón, sobre todo al final. Y qué entretenido! Tan entretenido como las horas que pasé intentando descifrar la partitura. Pues no te lo vas a creer, pensé más de una vez que podría tratarse del himno nacional, pero como me daba vergüenza hacer una afirmación sin base alguna y teniendo en cuenta que no estaba segura si la palabra himno iba con hache o sin ella, pues no lo escribí. También pensé que podías haberle dado la vuelta a la melodía, en el cambio de tono y en el de ritmo, por eso te escribí que la cantaba dándole golpes a la mesa con el dedo.
    Cuando por fin escribiste la fecha y hora en que ibas a desvelar este misterio, puse en marcha mi insoportable inteligencia y dejé de investigar. ¡Total...! Si la solución se iba a publicar a las 7 de la mañana del lunes, sólo tenía que levantarme a las 6, copiármela y nadie se habría enterado! Ventajas que tenemos por vivir en Canarias! Pero lástima, me quedé dormida, y si no llega a ser por una certera llamada de teléfono a las 8, no habría llegado ni siquiera al trabajo. Así de cruel es la vida. Bueno, me lo he pasado bien de todas formas, pero ya sabes, la solución al próximo acertijo publícala más tarde, yo qué sé, a las 9 en Canarias, para podérmela copiar con más tranquilidad!

    Un beso muy grande!

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  8. Vas por buen camino, hermano pequeño. El amigo Juan Sebastian se dedicó a jugar con estas cosas y se hizo famoso. ¡Qué no lograrás tú si dispones de esa poderosa herramienta (y me refiero al Finale Notepad) que él no pudo nunca ni imaginar!
    Aún así se le ocurrió al muchacho la misma idea que a tí, pero más enrevesada y, en el Canon Cangrejo de su Ofrenda Musical, no sólo dió la vuelta, como tu has hecho, a una melodía, sino que consiguió encajarla con la melodía original como segunda voz. ¿Hay quien dé más?
    Así que , hale, a aplicarse...

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  9. Zafferano me ha dejado preocupado con su creencia de que puede anticiparse al futuro gracias a su privilegio de vivir en las afortunadas islas. Tengo que pensar más en ello (ahora son aquí las cero y dos minutos aunque allí aún es ayer y mi neurona no es ya lo que debiera) pero creo que algo falla

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  10. Claro que me lo creo, Zafferano, mi más pertinaz concursante. Igual que me creo que no te resolvieras a aventurar una respuesta así, porque sí. Buena eres tú para eso, que no das puntada sin hilo. Digo, sin ilo. La próxima vez publicaré la respuesta una hora después y así, entre la mía de retraso y la tuya de adelanto, tendrás dos horas para quedar estupendamente. Aunque Ricardo, que el pobre es ingeniero y como tal limitadamente racionalista, no lo acabe de entender.

    Por cierto, querido hermano mayor, ni Don Juan Sebastián habría logrado que la Marcha Real y su inversa encajaran mutuamente. Claro que él, el muy tramposo, componía sus propias músicas y se las preparaba como más le convenía. Así, cualquiera. Eso se llama jugar con cartas marcadas. Lo mío, lo mío es lo que tiene verdadero mérito.

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  11. Querido Júbilo, eres un caballero, ilo he sabido siempre. Te agradezco infinitamente y una hora, el tiempo de ventaja que me ofreces, sólo espero que no retrase mucho tus planes a la hora de la verdad, que ahora mismo no sé exáctamente cuál es, si una más o una menos.

    Ricardo, enchanté. Qué sería del mundo sin nosotros: los pensadores... No te preocupes si tu neurona ya no es lo que debiera, a mí me pasa lo mismo con la media que tengo y me da igual. Y ahora te voy a demostrar cómo sé anticiparme al futuro por vivir donde vivo: ¿A que ya tienes el pijama puesto? ¿Eh?

    Un beso de larga duración a los dos.

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  12. los led ranimac le
    ram led luza le erbos riuges opus euq
    airtap al a airolg
    los led ranimac le
    ram led luza le erbos
    riuges opus euq airtap al a airolg
    rigruser a evleuv euq
    loñapse olbeup led sojih sozarb sol dazla
    añapse aviv.

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  13. Hermoso poema gaélico, La Uge.

    ¿No es ese que se titula Nàmep Aìram Èsoj, de autor desconocido?

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  14. omsim le.

    Me encantó la nueva versión del himno, marcha, pasodoble, guajira o lo que sea(siempre según Carbajo). Ya sabes lo jubilosa que me pongo cuando haces música.

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  15. Me alegro de que te guste, La Uge. A mí también, la verdad. Casi me ha reconciliado con la Marcha Real, por la que nunca he sentido una gran admiración. (Personalmente creo que a lo que más se parece esta versión es a un foxtrot, pero tampoco estoy muy seguro)

    ¿Quién es Carbajo?

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  16. Este:
    http://www.carbajo.net/obra/obra-piano.html
    En particular, "El Españolito".
    Salud.

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  17. Caramba, qué tipo tan fascinante, el Carbajo. Si llego a conocerle antes, no me meto a arreglar el himno, qué complejo.

    En fin, cada uno hacemos lo que podemos.

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  18. Me encantó la segunda versión de La Marsellesa, creo que hasta me gusta más que la original.

    Sobre lo que dices de la letra de la Marsellesa, creo que se aplica a casi todos los himnos nacionales. El de México no podría ser más bélico. Mira el estribillo:

    Mexicanos, al grito de guerra, el acero, aprestad y el bridón,
    y retiemble en sus antros la tierra, al sonoro rugir del cañón.

    Y la segunda estrofa es, de hecho, bastante sanguinaria. Quizá por eso ya sólo cantamos la primera estrofa y el estribillo...

    Saludos

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  19. Y cuando una letra no es bélica, es cursi. Los últimos intentos de poner letra al español han resultado penosos. Hablar de destripar al enemigo suena feroz, pero hablar de convivencia, hermandad y civismo suena directamente estúpido, que es peor.

    La idea de patria y la de muerte están, a mi juicio, indisolublemente unidas. Aquella famosa alternativa, "patria o muerte", era claramente falsa. Van juntas en el lote, por necesidad. No hay patria sin muerte. La Patria necesita la muerte, se funda en la muerte y provoca la muerte. Las letras de los himnos no hacen más que reflejar esta verdad incómoda, pero, en mi opinión, innegable.

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  20. Hace más de ocho años que publiqué este post, y durante todo ese tiempo ha permanecido colgado, al alcance de la lectura y el comentario de cuanto internauta acierte a pasar por aquí. Sé que son pocos mis lectores, pero ni uno solo de ellos, ¡ay! se ha dado cuenta de que La Marsellesa NO está compuesta en la tonalidad de Do Mayor que tan alegre como falsamente le asigna el post, sino en la de Sol Mayor (y en Sol menor, por tanto, mi versión modificada). Comprendo que el motivo es, con toda probabilidad, que a nadie le importa un higo la cuestión, o al menos no tanto como para detenerse a comprobar si lo que digo es o no cierto. Si el friqui este dice que está en Do Mayor, imagino que fue la reacción general, sus motivos tendrá. Vaya usted a saber lo que quiere decir con eso...

    Bueno, pues a pesar de que comprendo que a nadie le importa y que, con toda probabilidad, nadie llegará ya nunca a leer este comentario, me siento obligado moralmente a dejar constancia de mi error, y a rectificarlo. La Marsellesa, señores, está compuesta en Sol Mayor, no en Do Mayor; y es aquella, y no esta, la tonalidad en la que suena la versión que aquí he colgado. Tengo una mala tendencia a confundir la dominante, y con más frecuencia aún la subdominante, de los acordes con su tónica, que es exactamente lo que me ha pasado aquí. Inconvenientes de ser autodidacta y más bien torpe.

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    1. ja ja! ¡Me troncho! Yo no puedo distinguir de oído las notas de un acorde (¡y eso que fui a clase!) Escribe más, please?

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    2. Caramba, SBP, hasta hoy no había visto tu comentario, y eso que se supone que recibo un correo electrónico cada vez que alguien comenta en este blog. Sin duda se me ha pasado el que me anunciaba el tuyo. No sabes lo feliz que me hace comprobar no solo que hay quien sigue entrando en este blog desértico, sino que incluso se entera de que hay un nuevo comentario de su autor, en un post de hace ocho años, y lo responde. Mil gracias.

      Distingamos: yo, de oído, sé qué tres notas componen cada una de las distintas tonalidades, o acordes, que se van sucediendo en una música que esté escuchando. Pero no sé cuáles son esas notas, es decir, cómo se llaman. No tengo oído absoluto y por eso, aunque puedo identificar las tres notas de cada acorde, y ordenarlas, y entonarlas, necesito un diapasón, o alguna otra referencia, para saber de qué tres notas se trata, Do, Mi bemol o o La sostenido. Esa es una cualidad innata, que no he adquirido yendo a ninguna clase -nunca he estudiado música- y que no creo que ninguna formación me hubiera podido proporcionar, si no la trajera puesta de fábrica. Es muy placentera, desde luego, pero no la creo indispensable, ni siquiera importante. Conozco algún que otro buen músico profesional con mucho peor oído que yo, al que tampoco le resulta fácil decir qué tres notas componen un acorde solo con oirlo. A mí, sí. Pero ellos saben leer música, y tocar un instrumento, y yo no.

      Ignoro por qué, hace más de un año que se me secó la inspiración bloguera. Siguen ocurriéndoseme cosas, claro, como a todo el mundo, y desfogo la necesidad de escribir sobre ellas comentando frecuentemente en un par de blogs cercanos que creo que también tú conoces bien, el de Lansky y el de Miroslav, o con la nutrida correspondencia electrónica que mantengo con algún que otro amigo, con algún que otro bloguero y hasta, a veces, con mi hijo, que anda por los diecinueve años y de repente se ha convertido en alguien interesante desde el punto de vista intelectual, y no solo desde el afectivo, como hasta hace poco. Pero nada de lo que me anda por la cabeza parece necesitar ser objeto de un post en mi blog. No lo doy por cerrado, ni descarto volver a escribir en él cuando me dé por ahí, pero de momento no parece que me dé. Me temo, además, que si algún futuro post estuviera creciendo en mis profundidades mentales sería, con mucha probabilidad, una nueva tabarra sobre las musiquitas que últimamente me sorben el seso. Ello dirá, que decían los clásicos.

      Un saludo, y gracias de nuevo.

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  21. ja ja ja. Bueno, internet no es infalible. El oído tampoco. Ni absoluto ni relativo. Todo se perderá como lágrimas en la lluvia, o algo así. Lo importante es pasarlo bien y no joder a nadie. Gracias por la respuesta. Tardé en verla, que llevo un tiempo también escribiendo otras cosas, en mi cabeza, o no, pero el blog, como es más expuesto, me cuesta. Saludos.

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