martes, 8 de marzo de 2011

Pedro y el bobo

Desahogo intempestivo, musicalmente iconoclasta

La música me gusta probablemente más que ninguna otra cosa. Por eso mismo me revientan las construcciones líricas en torno a ella. 

La música suscita emociones, sin duda, y habla a nuestros sentimientos. Pero a condición de que se la trate rigurosamente como lo que es: organización de sonidos en el tiempo. Igual que un edificio puede ser una obra de arte que hable a nuestras emociones, pero si lo es, lo es a base de ser, antes, cimientos, pilares, muros, vigas, forjados, cálculos de resistencia de materiales y organización de espacios; e igual que el buen arquitecto es, en primer lugar, el que sabe manejar bien esas cosas y solo a partir de ellas se permite pensar en poesías espaciales y otras gaitas. Las casas no se empiezan por el tejado -ni por la 'función simbólica', sea esto lo que rayos sea- ni las músicas por las emociones: con suerte, terminan en ellas, a condición de que al hacerlas se haya pensado en lo que hay que pensar.

Me imagino, claro, que ningún compositor hace música prescindiendo de sus vivencias, sensaciones y emociones. Todas esas cosas están en su ánimo, desde luego, y hasta es posible que en su intención. Pero no son lo que usa para componer. La música no se hace con sentimientos ni con emociones. Los sentimientos y las emociones del compositor catalizan su creación, si se quiere, o la dirigen, o la inspiran, o simplemente la acompañan, pero la música no está hecha de ellos, sino de corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas. De sonidos, vaya, y de silencios. De ninguna otra cosa.

No tengo ninguna experiencia en la materia, pero algo me dice que, al componer, el compositor no se aplica, en primer lugar, a expresar emociones, transmitir sensaciones ni evocar imágenes. Imagino que, sentado al piano, se ocupa, antes que de nada, prosaica y sistemáticamente, de melodías, arpegios, armonías, ritmos y otros asuntos estrictamente musicales, sin más pretensiones. De ese modo puede suceder que un día acabe descubriendo que está haciendo buena música, y  hasta que hay gente que disfruta oyéndola. E incluso que esa simple y honrada música que hace despierta en algún oyente alguna emoción, le transmite alguna sensación o le evoca alguna imagen. Esas cosas, si se dan, se dan siempre por añadidura y sin buscarlas, después de mucho trabajo concienzudo y hecho con los pies en la tierra.

Desde pequeñito me ha molestado que la música pretenda ser programática o llevar alguna clase de carga extra musical, y me han irritado las subsiguientes explicaciones de los 'entendidos': "Ese acorde es Tristán", "El fagot es el abuelo de Pedro", "Ahora los pastores danzan en el prado", "Esta música expresa la profunda desolación del autor tras ser abandonado por su esposa"...

Mentira todo, afirmo, ahora que ya no soy pequeñito. El acorde son cuatro notas, y aunque el compositor es muy dueño de imaginarse a Tristán cada vez que suena, no lo es de pretender que a ningún oyente le pase lo mismo. Y a ninguno le pasa, de hecho. Sin explicaciones previas, NADIE que escuche a Wagner, o a Prokofiev, o a Vivaldi, o a Mahler, se imagina a Tristán al oir el 'acorde de Tristán', ni oye al abuelo cuando suena el fagot, ni piensa en pastores que bailan al oir la tarantela, ni sufre con la 10ª sinfonía porque Alma Mahler dejó a su marido por un arquitecto prometedor.

No me cabe la menor duda de que todas esas cosas hayan podido provocar, de algún modo, las correspondientes músicas, y presidir su gestación. Pero el proceso tuvo lugar una vez, en el ánimo del creador, y es estrictamente personal e intransferible. Problema suyo, puro metabolismo. No 'va contenido' de ninguna forma metafísica ni misteriosa en la música, ni hay la menor probabilidad -ni necesidad- de que se reproduzca, por alguna clase de inducción sonora, en el ánimo de quien la escuche. El oyente que pretende que es así, el que 'se documenta' sobre la música que va a escuchar y cree  que la apreciará mejor y la disfrutará más por conocer esas historietas de making off, no solo se engaña irremediablemente, en mi opinión, sino que corre grave peligro de distraerse con ellas de lo esencial de la música, y de estropear y frustrar su propia, personal y verdadera audición.

Porque las explicaciones previas, las anécdotas y los 'libretos adjuntos', aunque se basen en las intenciones declaradas del autor,  no añaden nada al genuino placer de escuchar música. Al contrario, lo estorban y lo empobrecen. Limitan las infinitamente variadas e incontrolables emociones que la música provoca por sí misma y las reducen, mediante un esfuerzo deliberado, penoso y estéril, a un triste remedo de lo que el autor tuvo la malhadada idea de hacer saber que pretendía 'expresar' o, peor aún, 'contar'.

La música no sirve para contar historias, ni para describir escenas, ni para transmitir emociones específicas y predeterminadas: para eso ya están la literatura y la pintura, la fotografía y los manuales ilustrados. La música es un lenguaje mucho más rico y potente, y también más abstracto, impreciso e incontrolable. Habla a nuestra emociones y a nuestros sentimientos con mucha más fuerza que ningún otro medio expresivo, pero lo hace por su cuenta y sin ninguna precisión, y no admite 'encargos'. No transmite mensajes inequívocos: suscita emociones, distintas en cada oyente y sin el menor control por parte del compositor ni de los intérpretes, que jamás deberían arrogarse la impertinente pretensión de ser quienes las dirijan.

Resumiendo:

Me parece estupendo que hayas escrito esta música tan triste porque se te murió la mascota, pero ten el buen gusto de no venir a contármelo: tus lamentos no me dejan oírla bien.

Permíteme escuchar la música como a mí me dé la gana, y encontrar en ella lo que buenamente encuentre yo, y no lo que su autor creyó, erróneamente, poner en ella.

No me expliques lo que tengo que sentir cuando suena el tema principal del segundo movimiento.

¡No me cuentes otra vez Pedro y el lobo, por favor!


Coda: Por eso, añado ya puestos, antes que por sus connotaciones snobs o elitistas, detesto cordialmente la ópera como género. Hay óperas que me gustan, claro: ni sometiéndose a la estúpida traba de tener que contar historias con ella logró Mozart dejar de hacer música excelente, ni  logro yo, en consecuencia, dejar de disfrutarla a pesar de su 'operez'. Y lo mismo me sucede con otras -pocas, la verdad, y números sueltos de ellas, en general- óperas de otros autores, que siguen pareciéndome buena música, aunque compuesta al servicio de fines espurios. Pero, en general, la mera idea de mezclar música con teatro me estremece, y la gran mayoría de sus realizaciones prácticas me parecen un torpe maridaje, mutuamente empobrecedor, de música mediocre con teatro abiertamente malo.

(Tratar de utilizar la música para contar historias o para transmitir cualquier otra clase de 'mensaje' extra musical es perfectamente comparable, lo he dicho más de una vez, a tratar de utilizar el telescopio Hubble para espiar a la vecina de enfrente mientras se cambia...)

29 comentarios:

  1. Sí, la música no es un relato, sino -en todo caso- el sonido de fondo de ese relato, cosa que han entendido muy bien algunos de los mejores compositores modernos, los que hicieron bandas sonoras para el cine: Newman, John Williams, Hans Zimmer, Ennio Morricone, Jerry Godsmith, Horner, Nino Rotta, etc.,Y antes del cine, el fondo de las fiestas y de las celebraciones. Por eso la musica de fondo es tan odiosa como la programática, pero en este caso porque es superflua (Por cierto, si Pedro es el fagot, ¿ese pitorrito del fagot es...?)

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  2. Por música de fondo entiendo ese engendro del hilo musical que se llamaba "música ambiental"; la única que admito es la suave y natural, como cuando voy a comprar el periódico al quiosco y en el árbol de al lado canta un mirlo: "el pájaro no lo cobro", me dice el quiosquero.

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  3. Bueno, oir hablar de 'música ambiental' me hace el mismo efecto que oir hablar de 'literatura decorativa': los tomos encuadernados en tela berenjena para que hagan juego con las cortinas y con las faldas de la camilla.

    Y con las bandas sonoras me pasa lo mismo que con la ópera, más o menos. Los buenos músicos las componen excelentes, a pesar de hacerlo al servicio de una historia. Los malos no superan esa traba antinatural, y producen ruidos que se limitan a subrayar adecuadamente las peripecias del argumento y que no hay quien escuche como música de verdad, separadamente de la película.

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  4. Como habrás leido en el comentario suprimido, me gustaría matizarte algunas cosas, pero esperaré a estar de vuelta con un teclado normal y no esta pantalla táctil a la que no termino de acostumbraría.

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  5. Como suele decirse, Miroslav, cuento los minutos.

    Recuerdos a la Alhambra. (Por cierto, había una cosa de Tárrega -de guitárrega, je, je) que se llamaba algo parecido. No estaba mal, si no hacías caso de su programático título).

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  6. Mi cultura musical es pobretona. Se me hace un arte demasiado etérea, aunque me gustan distintas clases de música y un buen montonazo de canciones.

    No obstante, tu frase de arranque es un poco osada:

    "La música me gusta probablemente mas que ninguna otra cosa".

    Creo que hay momentos en los que se pueden gustar muchas cosas antes que, o a la par que, escuchar música, (y no voy necesariamente por donde quizás todos piensen.)

    O sea: sí, debe haber sido un desahogo intempestivo.

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  7. Hola,Grillo. Es posible que mi frase sea osada, pero si no soy osado haciendo afirmaciones sobre mis propios gustos ¿cuándo debería serlo?

    Creo, por otra parte, que osada o no mi afirmación es absolutamente cierta. Significa, leída de izquierda a derecha, que si de todas las cosas que hay en el mundo -equivalentes a la música e intercambiables con ella, quiero decir: no meteremos comer, o dormir, porque esas son vitalmente imprescindibles, pero sí leer, por ejemplo, y viajar, ver pintura, follar, hablar con amigos, beber, jugar al ajedrez, pasear por el campo, sacarse mocos de la nariz, arengar a las muchadumbres o cualquier otra actividad humana no imprescindible pero potencialmente placentera que puedas imaginar- me dieran a elegir de cuál no querría prescindir en ningún caso, con toda probabilidad elegiría la música. No significa que las otras no me gusten o que prescindiría alegremente de ellas, no. Me gustan mucho muchas de ellas y sufriría mucho renunciando a ellas. Solo que la música me gusta más aún y que me costaría aún más sufrimiento quedarme sin ella que sin cualquiera de las otras. O sea, que es la que más me gusta, sí.

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  8. ¿ Entonces, no te gustan las bellas voces ?

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  9. Si por bellas voces entiendes las voces de los cantantes de ópera, C.C., la respuesta es que no, en general no me gustan. No me gusta, en absoluto, el modo de cantar 'impostado' y profesional que es de rigor en la música clásica vocal. Me gusta oir cantar a Dylan, a Cohen, a Gardel, a Mercedes Sosa, a Edith Piaf, a Brassens, a Elton John, a Frank Sinatra, a Eduardo Falú, a Violeta Parra... me gustan las voces humanas de verdad, no amputadas ni controladas ni domesticadas, con sus defectos, y sus ronqueras, con su expresividad. Las de los cantantes de ópera son magníficas, claro, y las usan maravillosamente, y no tengo un pero que ponerles. Pero con poquísimas excepciones no, no me gustan.

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  10. A mi me gusta mucho la música, queda claro que no cualquiera, pero me gusta muchísimo más follar o pasear y nadar en el mar abierto, esas cosas las cosidero más imprescindibles. Podría vivir sin música, aunque la echase de menos, pero sin leer, caminar y lo demás, no.

    Y de acuerdo con tu opinión de las voces impostadas y profesionales de la ópera, y lo siento por mi abuela Conchita, que me gusta mucho cuando canta 'Clavelitos' (la menciona Truman Capote, El arpa de hierba, creo)

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  11. Estoy de acuerdo en todo. En el enunciado central del post, en que la música es lo que más me gusta (cuando me planteo si tuviera que prescindir de leer o de la música, a veces tengo serias dudas, pero casi siempre me quedo con la música) en que no me gusta la ópera, salvo contados números de contadas óperas (y que conste que he llorado viendo Rigoletto en directo); y en que no me gustan las voces de ópera, que como bien definió no se quién son ejercicios acrobáticos de forzudos vocales. Canto en dos coros porque no tengo conocimientos suficientes para hacer música de otra manera, no sé tocar ningún instrumento y no me basta sólo con oírla, quiero "hacerla" de alguna manera. Pero me gusta mucho más la música instrumental que la vocal. Donde esté el 2º movimiento del concierto nº23 para piano de Mozart, que se quite todo; y mira que he cantado el Requiem de Mozart y es la sensación más maravillosa del mundo. Pero cuando escuché por primera vez el Adagio para cuerdas de Barber, tuve que parar el coche, porque me iba a estampar , y no tengo ni la menor idea de cuál era la intención de Barber al escribirlo, ni falta que me hace. Me emocionó y basta.
    Un matiz al comentario de Lansky, la música no es un "relato" es un "lenguaje". El relato es unívoco, con el lenguaje se puede decir cualquier cosa.
    Besos a todos

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  12. La verdad, Lansky, es que, felizmente, nadie me ha dado a elegir en semejantes términos. Si llegara el caso, Dios lo haga mejor, de tener que hacerlo, me vería en un serio aprieto. Pero creo que renunciaría a muchas cosas, a casi todas, antes que a la música.

    Ya sabía yo que íbamos a estar de acuerdo, Josefina. Pero el enunciado central de mi post no es que la música sea lo que más me gusta, eso es apenas un antecedente informativo. Mi enunciado central es, primera parte, que para disfrutar la música, conocer las circunstancias de su gestación y los propósitos expresivos de su autor me parece no solo innecesario, sino positivamente indeseable. Porque, segunda parte, la música no es un vehículo de comunicación controlable por su autor, sino una fuerza autónoma a cuyos efectos el autor es, y debe saber que es, tan ajeno como cualquier otro.

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  13. Yo diría que después de la música viene la familia, y en otra categoría estarían la mística y la lógica (la dualidad de estos dos últimos intereses podrían estar expresados por la existencia de los dos contribuyentes, Vanbrugh el más activo y racional, Júbilo matinal el más creador y algo retraído).

    No es un análisis muy científico, pero se puede corroborar algún parecido por el ranking de temas de las etiquetas del blog. Y además es gratuito.

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  14. Josefina:
    La música, en efecto, es un lenguaje; "una" música en concreto puede ser un relato, que es a lo que yo me refería

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  15. Por cierto, Vanbrugh, ya lo hemos hablado otras veces, lo de que la música es el arte más intangible y dificil, pero junto a las matemáticas y el ajedrez, la música es la única actividad en que se pueden dar los 'prodigios', o sea, esos seres humanos capaces de originalidad creadora antes de la eclosiíon de la adolescencia; porque son sistemas cerrados que no dependen de la experiencia de la vida

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  16. Olvidé esto:
    http://espejo-ludico.blogspot.com/2011/03/que-suena-pi.html

    La uge

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  17. Gracias por el estudio estadístico-psicológico, Atman. Muy instructivo. En cuanto me reúna conmigo mismo -no sé cuándo será, Júbilo anda medio desaparecido- lo estudiaré detenidamente.

    Buen análisis, Lansky. Los niños prodigios en matemáticas con frecuencia coinciden con los que lo son en música. Supongo que, como dices, se debe a su carácter abstracto.

    Hola, Uge. Que magnífico ejemplo el de Blake, he disfrutado como un enano. También Bach hacía melodías con palabras, y no creo que nadie pueda decir que a su música le faltaba emoción...

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  18. Pues todo esto tú nos cuentas en tu post ya se lo decía Richar Gere a Julia Roberts cuando la lleva a la Ópera en Pretty Woman, o algo parecido. Que posiblemente no sea lo mismo decir "casi me meo de gusto en las bragas" a "la música de la Traviata la embriaga". Pero está claro que ella se centró en lo que le hizo sentir la música, para todo lo demás le faltaban conocimientos, esos conocimientos que tú dices que a veces nos separan del acto de escuchar esa música.

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  19. Buen ejemplo, Amaranta. El personaje de la Roberts es, probablemente, el único de todos los que asisten a esa función que escucha la música como hay que escucharla: no sabe italiano, por lo que no se entera de la letra; es inculta, por lo que no acude mediatizada por mil consideraciones extramusicales sobre la Dama de las Camelias, Verdi, il risorgimento o cualquiera otra de las vainas que los 'entendidos' creen indispensable conocer para hacerse más llevadera la escucha; es ajena a la alta sociedad, así que le da igual quién la vea en su palco ni a quién ve en los ajenos... Y, claro, es la única que la disfruta de veras, con ese entusiasmo rendido y agradecido con que oímos la música los profanos, y que tanto desdén provoca en los imperturbables 'entendidos', de vuelta de todo. Para que su audición fuera perfecta solo le faltaría haberse quedado en casa, oyéndola en el CD, saltándose las partes más coñazo, con un buen whisky en la mano y el perro a los pies.

    Verdi es otro de los músicos que hizo buena música a pesar de hacer óperas. No es comparable con Mozart, claro: pero siendo a veces facilón y grandilocuente, era un excelente músico. Infrautilizado en óperas, qué le vamos a hacer...

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  20. Nadie es comparable con Mozart, ni Bach, que tampoco es comparable con nadie, pero Verdi es la mejor música para navegar a vela; un amigo mío bautizó su barco el 'Nabucco', y había "Julias Roberts" que embarcábamos que se creían que era un delicioso platillo de carne italiano, hasta que les poníamos el dvd a tope mientras navegábamos la estela de la luna, ya sabes,...se les caía la parte de abajo del bikini sin más, y es que la música hay que gozarla así, altruistamente y con las luces bajas.

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  21. "La música se escucha con los músculos" (F. Nietszche)

    De repente he recordado esta cita.

    Claro es que yo no me fiaría mucho de un tipo que se tapa la boca con el mostacho. No deja ver el rictus...

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  22. Y en la misma vena deberíamos quitar los títulos a las pinturas y esculturas.
    Y quitarle el libreto a los ballets.

    En lo personal, en algunos conocer la historia detrás de la obra añade emoción estética. Lo redondea, o agrega resonancias que no había reparado, en fin, lo enriquece.

    Claro que en otras lo aplasta bajo el peso de la minucia inútil.Como a un salón de recibir decimonónico.

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  23. Hola, Chofer, bienvenido. Me alegra verte por aquí.

    Sí, yo no le pondría títulos a las pinturas ni a las esculturas. Al menos a las no figurativas. En cuanto al ballet, me abstengo de opinar. Me inhibo por enemistad manifiesta. Que haya gente que aproveche que suena música para ponerse a pegar saltos siempre me ha puesto de muy mal humor.

    Muy buena la imagen del salón decimonónico.

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  24. sí, muy buena, y también estoy de acuerdo con el planteamiento a mi parecer ecuánime de Chofer

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  25. La última vez que mi jefe vajó a Italia me tocó traducirle un libro al castellano. Un libro sobre un cuadro de un discípulo de Mantegna. Llevo un rato buscando la copia de la traducción y no la encuentro, y gracias a mi inestimable memoria no recuerdo de qué cuadro se trataba. Sí recuerdo que era una escena de campo y una mujer descansando junto a un río. Pues bien, el libro consistía en las veinte mil interpretaciones que se le dieron a la escena. Que si el dedo apuntaba al norte porque tal, o que el pie estaba apoyado en una piedra porque cual, todo era simbólico y todas las teorías, rebuscadísimas, diferían profundamente entre sí. ¡Un libro enterito de especulaciones! Porque a ver quién sabe qué quiso decir el pintor cuando pintó.
    No dejé de pensar lo mismo durante las muchísimas horas que empleé traduciendo el libro, y maldije con ganas la facilidad que tienen algunos para crear una complicada historia a partir de la imagen de una mujer echada en la hierba y un pastor detrás de un árbol. Y menos mal que no había más gente, que si no... Aunque hasta el rayo de sol y el color del agua significaban algo.

    En fin, que no me enrollo más. Como simpre estoy totalmente de acuerdo contigo.

    Un beso grande

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  26. Gracias, Zaffe. Yo creo que la gente a la que en realidad no le gustan la música ni la pintura necesita complicarlas con este género de historietas para poder fingir con cierta convicción que sacan algo de ellas...

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  27. Querido Vanbrugh:

    Has hecho mal en provocarme para que comente esta entrada, porque el tema me interesa mucho, y puedo ponerme algo pesado...

    Coincido totalmente con tu apreciación: la discusión de la relación entre música y palabra arranca con el Renacimiento y más concretamente con Monteverdi, si bien éste relacionaba las armonías con las oraciones , diciendo que señalando que las mismas debían plegarse a los sentimientos empleados por el lenguaje.

    Lo interesante del caso es que la palabra armonía viene del griego y quiere decir articulación, y se comenzó a usar en música para hacer relación a sonidos que, tocados a la vez, causaban una sensación placentera ( o armoniosa). Esto, como sabes, tiene una base científica, el llamado fenómeno fisico armónico, que es el resultado obtenido de la vibración libre de una cuerda ideal entre dos apoyos rígidos.El primero en dar una explicación científica fue el francés Joseph Sauveur.Su trabajo sobre los armónicos superiores se publicó en 1701 y tuvo tal importancia que en 1722 Rameau basaría en él su” Teoría de la armonía”.
    El descubrimiento del tal Sauveur fue que al tono fundamental emitido por la cuerda, le acompañaban otros tonos:Vincenzo Galilei, Galileo Galilei,Mersénne y sobre todo Renné Descartes, fueron clave en el desarrollo del teorema

    …La explicación del fenómeno físico armónico dice que cuando una cuerda vibra libremente,lo hace de forma fraccionada siguiendo una proporción armónica(diferencias y razones entre sus partes desiguales)obteniéndose como resultado unos tonos armónicos cuyas diferencias son múltiplos enteros de la producida por la cuerda sin fraccionar.

    Al tono emitido por la cuerda sin fraccionar se le llama fundamental o primer armónico;al resultado del fraccionamiento en dos partes se le llama segundo armónico;al de tres, tercer armónico;al de cuatro, cuarto armónico y asi sucesivamente.De esta relación los teóricos deducen la “escala de los armónicos” ó de la “resonancia superior de un tono puro” apareciendo una serie de intervalos musicales en orden ascendente cada vez más pequeños.

    O sea, que un sonido nunca es químicamente puro, sonando sólo, sino que su sonar viene acompañado por el sonido simultáneo de sus ärmónicos¨: o sea, que cuando una música nos parece naturalmente armoniosa, es porque nuestro oído asimila la melodía o acorde a ese fenómeno de los armónicoa. Por eso, por ejemplo, a los bebés les gusta Mozart y lloran con Schoenberg ( bueno, a algunos que somos más mayores nos pasa también). En la medida en que se establece por tanto una relación entre las notas con sus armónicos en lo que llamamos tonalidad, nuestro oído no descansa hasta oir la secuencia dominante-tónica ( el chin pón con que terminan las obras clásicas). El discurrir de la melodía entre distintos armónicos genera por tanto una cierta ansiedad, tanto mayor cuanto más alejado está el armónico de la nota fundamental o tónica. Por eso, pronto los compositores aprendieron a suscitar sentimientos en los oyentes haciendo sufrir al oído que sigue la peregrinación d ela melodía... De ahí a hacer corresponder esas armonías con aspectos del lenguaje descriptivos de estados de ánimo o de la naturaleza no había más que un paso. La música se reveló no obstante en la ópera y se consagró la frase Serva Padrona, a raíz de una ópera de Pergolesi, que viene a decir que la música pasa de ser la sierva a ser la patrona. Y así lo siga siendo,vive Dios...

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  28. Me ha gustado mucho tu sabia explicación de cómo y por qué la música nos provoca emociones, Raleigh. Y creo que deja a salvo mi tesis central, que es la de que lo hace -provocarnos emociones- por su cuenta y riesgo, mediante un mecanismo que el compositor y los intérpretes pueden solo poner en marcha, pero no controlar ni dirigir. Por dos motivos:

    - Lo que tan científicamente has descrito son las líneas generales, el funcionamiento básico, de un proceso que tiene millones de posibles desarrollos individuales distintos, porque intervienen en él, en aspectos fundamentales, variables tan ingobernables como el temperamento del oyente, su historia personal y su estado de ánimo.

    - Y ese desarrollo del proceso en cada oyente es de una tal riqueza, profundidad e intensidad que no hay la menor posibilidad de etiquetarlo previamente: "Nostalgia", "Desesperación" , "Alegría del campo brotando en Primavera"... Es felizmente imposible que nadie pueda, de antemano, prever ni clasificar qué misteriosos caminos abrirá y recorrerá cada música en el ánimo de cada oyente; y pretender hacerlo, por muy autor de la música que se sea, es pretender muy poquito de una herramienta muy poderosa, limitar de antemano su alcance y, en definitiva, usarla mal.

    Es mejor, desde luego, que la música sea padrona que que sea serva: pero la del "padronazgo" no deja de ser, también, una relación de dependencia y, como tal, indeseable a mi juicio. Ni ser gobernada por el libreto, ni gobernarlo: lo mejor que puede hacer la música con el libreto es mandarlo a paseo, porque hasta ser su "padrona" implica la onerosa obligación de ocuparse de él.

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