El bloguero en el áspero mundo.
El prólogo.
No hay cosa que produzca más tristeza que conseguir algo que llevabas mucho tiempo deseando cuando ya no te sirve para nada. Y es una constante en mi vida, aunque sea triste decirlo. Siempre llego tarde a todo...
Los jueves, por ejemplo, en mi colegio, había misa a primera hora. Era en latín, y los de Parvulitos mirábamos con respeto a los de Párvulos, que se sabían aquellos galimatías y los contestaban con gran soltura. Me propuse llegar a ser tan mayor como ellos y saberme yo también todas aquellas fórmulas de iniciados, pero fue en vano. Ese verano el Concilio resolvió que las misas se dijeran en castellano, y para cuando llegué a Párvulos, ansioso por hacer valer mis atributos de mayor-que-ya-se-sabe-la-misa, resultó que todos partíamos de cero con una nueva misa en español que cualquiera podía entender y aprenderse.
Es, como les digo, un fenómeno recurrente en mi vida: casi todos los clubs de los que consigo por fin llegar a ser socio deciden poco después cesar en sus actividades por manifiesta falta de interés.
Fue matricularme yo en mi primer año de Universidad y morirse Franco, con lo que las legendarias carreras ante los grises, tan prestigiosas, perdieron gran parte de su aliciente y enseguida dejaron de existir. Entre luchar por la democracia y luchar por una quinta convocatoria, la verdad es que no hay color, y así lo entendió todo el mundo, los que corríamos delante y los que corrían detrás. Hasta yo lo entendí, pero no por ello me fastidió menos.
No hablo por hablar, podría ponerles muchos más ejemplos, pero no quiero aburrirles. La cuestión es que tengo con demasiada frecuencia la impresión de haber llegado tarde y haber desperdiciado esfuerzos ingenuos en fines que no interesan ya a nadie.
(Espero que esta pauta sirva, al menos, para procurarme una vejez tranquila. Pero ya verán cómo para lo que sirve es para que ya se hayan acabado los fondos de la Seguridad Social y me quede también sin jubilación...)
El hallazgo.
Les cuento todo esto porque la otra noche me sucedió uno de estos fenómenos, que me dejó extrañamente melancólico. Como tiene que ver con lo que últimamente les he contado por aquí, y tampoco tengo mejor cosa que hacer...
Fuimos a cenar a casa de unos conocidos. Ella es compañera de colegio de mi mujer, y le da una lata considerable. La llama por teléfono con cierta frecuencia y M, mientras la otra habla, lee o hace otras cosas con el teléfono sujeto con el hombro, y de vez en cuando dice "Claro, claro", o "Sí, sí", o "¡No me digas!", y no necesita decir nada más durante los tres cuartos de hora que dura la conversación, como poco. Luego me dice que no se ha enterado de nada, pero no parece que le importe mucho.
Cada tres o cuatro meses quedamos a cenar con ellos. Nos armamos de paciencia social, y si toca en su casa, ese día yo casi no como, para hacer sitio, porque cocina de miedo. Algo es algo.
Cada tres o cuatro meses quedamos a cenar con ellos. Nos armamos de paciencia social, y si toca en su casa, ese día yo casi no como, para hacer sitio, porque cocina de miedo. Algo es algo.
Así que fuimos a cenar, como digo. Avanzábamos en procesión, cruzando el recibidor elegantísimo, y la dueña de la casa hablaba sin parar, como de costumbre.
–Estamos quitando la casa de tía Pilita, ya sabes, el piso tan grande de Arenal, ¿te acuerdas de los guateques que montábamos allí cuando se iba a San Sebastián para todo el verano? y estoy encontrando unas cosas divinas. ¡Unos muebles..! que dí que porque ya no nos cabe nada aquí... Y en el trastero... no sabes lo que tenía la pobre amontonado en el trastero. Como era la casa de sus padres... Hay cosas de hace más de cien años, seguro. Vanbrugh, esto te va a gustar a ti, que eres tan músico. ¡Mira qué preciosidad!
Me señalaba un gramófono antiguo, de los de bocina, colocado encima de una cómoda enorme, pintada de blanco decapado. Tremendo. Fingí un moderado entusiasmo.
–Qué bonito– aseguré. –¿Vais a tirar el equipo de música? Seguro que esto suena mejor...
–Dice que es vintage– susurró su marido. –A mí me parece un trasto horroroso.
Por una vez estuve de acuerdo con él. El chisme era un estalabarte de cuidado. Pero el primer secreto para sobrevivir a estas veladas es no tomar nunca partido en las desacuerdos conyugales de las otras parejas. De todas formas nuestra anfitriona no es de las que te deja meter la pata, como habla ella todo el rato casi no hace falta decir nada. Es bastante cómodo.
–Qué dices, si es una maravilla, tú es que no tienes ni idea. Si por él fuera lo tiraríamos todo, con decirte que quería tirar un retrato de tía Pilita que estoy casi segura que es de Goya... Había hasta una caja de latón con agujas dentro, de recambio, pero agujas así de gordas, no vayas a creer, la tengo ahí. Y un montón de discos de esos antiguos, de gramola, pero un montón, no te haces idea, cuplés, coplas, foxtrots.... ¡un horror! ¡Y vas a flipar con lo que encontré, Vanbrugh, mira! Me acordé de tí en cuanto lo ví, te lo he guardado. ¿Qué te parece?
Rebuscó entre los librotes de fotos cuidadosamente expuestos sobre aquella especie de aparador y me puso en las manos un disco viejo, sin funda ni nada. Estaba un poco pringoso.
–Muy bonito, también– asentí cortésmente. –El perrito con la gramola. His master's voice. Qué pasada.
(Lo sé, lo sé. Pero es que es contagioso. Cuando llevo un rato con ellos se me escapan cosas así de vez en cuándo. La empatía...)
–¡Pero míralo!– chilló contentísima. –¡Es el tango de tu blog! ¡El de la partitura que encontraste! ¿A que no te lo puedes creer? Yo no me lo podía creer, acababa de leer lo que contabas en el blog del paraguayo ese y voy y me encuentro con esto. En cuanto lo vi fui a llamar a M, pero no me quedaba casi batería, y como tía Pilita quitó el teléfono, porque estaba como una tapia y no le servía para nada... Pensé que mejor te daba la sorpresa. ¿Qué te parece?
–Pero, Sisita,– dije. (Sí, se llama Sisita. No es mala gente, de verdad, y adora a M, pero se llama Sisita. O por lo menos M y su marido la llaman así). –¿no te has enterado de que lo del tango encontrado era mentira? Me lo inventé todo. El tango lo escribí yo.
–¡Sí, hombre! ¿Cómo va a ser mentira, si está ahí el disco? "Óscar Ascone, Carita morena", ahí lo dice, ¿ves? Qué lo vas a haber escrito tú, tú es que debes de creer que soy tonta, ¡si no sabes tocar el piano! ¿O sí sabes? M, ¿a que no sabe tocar el piano? Es el tango de Oscar Ascone, lo pone ahí...– Parecía sinceramente dolida por mi falta de entusiasmo, y noté cierto picorcillo en mi encallecida conciencia. Qué madeja de enredos tejemos cuando por primera vez engañamos, y todo eso.
Era una pena tener que decepcionarla, pero qué iba a hacer, observado por la mirada de cachondeo de mi mujer. Examiné el disco con desconfianza. De dónde habría salido.
Era una pena tener que decepcionarla, pero qué iba a hacer, observado por la mirada de cachondeo de mi mujer. Examiné el disco con desconfianza. De dónde habría salido.
–Óscar Ascone tampoco existe, Sisita. También me lo inventé. Y esto que pone aquí, "Gozmasagarry Films"... También me lo he inventado yo, bueno, mi tío, en otro post antiguo. Tampoco existe, también es mentira. ¿No lees tú mi blog? Pues ahí lo explico todo.
–Claro que lo leo, un argentino que se hizo falangista y le copiaron el "Cara al Sol". Lo reconocí en cuanto lo oí. Sonaba raro, pero en cuanto lo oí lo reconocí. Cómo no lo iba a reconocer, si lo ponía papá todas las noches en el tocadiscos de casa, que no había quien viera la tele... Y "Montañas nevadas", que la verdad es que era bien bonita, y "Prietas las filas", y no sé cuántas más. Me las sé todas. Pobre papá, lo pesado que se llegaba a poner. Cuando ganó el PSOE la primera vez nos creímos que le iba a dar un infarto, se puso fatal, y eso que mamá le decía "Si son los mismos, Álvaro, no te preocupes que te digo yo que son los mismos..." Mamá es que era de lista... Felipe González le parecía guapísimo, lo decía siempre. En cambio al otro, a... Alfonso Guerra ¿no?, a ese no lo podía ver, decía que era... espera, ¿cómo decía..?
–Ese post no, el siguiente– atajé la crónica familiar, mientras dejaba el dichoso disco encima del mueble y me limpiaba los dedos disimuladamente con la cortina. –En el siguiente post explico que era todo inventado. Tienes que entrar a leerme más a menudo, Sisita. Y hacerme algún comentario, que si no no me entero cuando entras.
–Hijo, si es que como escribes de Pascuas a rábanos...
–A Ramos. Los rábanos son los que hay que cogerlos cuando pasan.
–Bueno, pues de higos a bretes...
–A brevas. Los bretes no son frutos.
–¡Pues los rábanos sí son frutos, listo, y tampoco te sirven!
–Los rábanos son raíces. Pero lo que el dicho...
–¡Ay, qué más dará frutos que raíces! ¡Qué manía tiene tu marido siempre de corregirme, M! El caso es que como no escribes nunca, para qué voy a entrar... Yo entro y entro y siempre pone lo mismo... Y además, hijo, sois todos tan listísimos que cualquiera dice nada allí... y no hay manera de saber cómo se hace... Una vez te escribí una cosa y no sé qué hice, pero se me borró y no salió... Mejor, porque era una tontería, claro.
–Claro.
–¡Un perito resentido, eso decía mamá que era Alfonso Guerra! Un perito resentido, ya me he acordado. Como papá era ingeniero y siempre estaba a vueltas con los peritos, no los podía ver... Pues hijo, vaya chasco me has dado, con lo bonita que era la historia. No sé para qué tienes un blog, si no cuentas más que mentiras. Yo que me había puesto tan contenta con el disco...
–A Ramos. Los rábanos son los que hay que cogerlos cuando pasan.
–Bueno, pues de higos a bretes...
–A brevas. Los bretes no son frutos.
–¡Pues los rábanos sí son frutos, listo, y tampoco te sirven!
–Los rábanos son raíces. Pero lo que el dicho...
–¡Ay, qué más dará frutos que raíces! ¡Qué manía tiene tu marido siempre de corregirme, M! El caso es que como no escribes nunca, para qué voy a entrar... Yo entro y entro y siempre pone lo mismo... Y además, hijo, sois todos tan listísimos que cualquiera dice nada allí... y no hay manera de saber cómo se hace... Una vez te escribí una cosa y no sé qué hice, pero se me borró y no salió... Mejor, porque era una tontería, claro.
–Claro.
–¡Un perito resentido, eso decía mamá que era Alfonso Guerra! Un perito resentido, ya me he acordado. Como papá era ingeniero y siempre estaba a vueltas con los peritos, no los podía ver... Pues hijo, vaya chasco me has dado, con lo bonita que era la historia. No sé para qué tienes un blog, si no cuentas más que mentiras. Yo que me había puesto tan contenta con el disco...
–Hombre, a veces no son mentiras –intervino el marido, deseoso de hacerme justicia. –Pero es casi peor. ¿Te acuerdas de aquello larguísimo que escribiste sobre los números, que yo creo que ni tú lo entendías? Menudo rollo, con aquellos gráficos de colorines... ¡Mira que tenéis poco que hacer los funcionarios!– Es del género cordial, de los que te dan palmadas en la espalda y te miran con cara de "¡Bueno, bueno! ¡Tiene que haber de todo en el mundo!" Le cogí la cerveza que me alargaba y le dediqué una sonrisa fija hasta que dejó de reírse y retiró la mirada. Es mi sucedáneo social de la pregunta que me sale de dentro en estos casos "Tú eres idiota, ¿verdad?", que no siempre es posible hacer en voz alta.
Luego nos sentamos a tomar el aperitivo, y luego cenamos, y luego M y yo nos volvimos a casa dando un paseo, y no se volvió a hablar de mi blog, ni de Ascone, en toda la noche. Ni del disco. Allí se quedó, sobre el aparador decapado, entre el tomo de fotos de Venecia y el álbum del viaje a Tailandia. A lo mejor habría tenido que traérmelo, pensé, pobre Sisita, con lo ilusionada que estaba. Pero total... En casa no hay gramófono...
El epílogo.
El epílogo.
Tres días después el marido me mandó un correo electrónico, con una foto, un archivo mp3 y un texto escueto: "he hecho lo que he podido con el programa, de sonido del mac, es cojonudo de verdad, que necesitas uno. suena de puta pena pero igual te sirve para esas cosas que escribes".
No sabe poner las comas, pero no es mal tío.
No sabe poner las comas, pero no es mal tío.
Esta era la foto, el famoso disco ya limpito y brillante:
Y este era el archivo. Efectivamente, suena de pena, ¡se ha pasado ochenta años en el trastero de tía Pilita..!
Una gran melancolía, ya digo. ¡Lo contento que me habría puesto yo con este disco si lo hubiera encontrado solo tres semanas antes! El post sobre Ascone me habría quedado redondo de verdad, se lo habría tragado todo el mundo. Ni Diego se habría atrevido a abrir la boca, por muy raro que me viera el pelo en las fotos. En cambio, ahora no ha conseguido interesarme casi ni a mí, que ando ya con otras cosas en la cabeza. Qué lástima. Qué desperdicio.
Todo tiene su momento, y parece que es mi destino no dar nunca con el mío y llegar siempre tarde a todo...
P.D. - Copio la letra del tango, según la he cogido al oído. Qué tío más bruto, el tal Ascone, menos mal que nunca existió...
P.D. - Copio la letra del tango, según la he cogido al oído. Qué tío más bruto, el tal Ascone, menos mal que nunca existió...
No pongás al sol esa carita,
p'al cutis no hay cosa peor.
Sos más linda cuando estás blanquita,
no te sienta el color.
No quemés
tu tez de porcelana,
que el sol no es,
mi amor, cosa muy sana.
Es ardiente y es cruel,
y a él
se debe el cáncer de piel.
Y morena es que, además,
estás
más fea y no me gustás.
No gastés en potingues más viruta,
que olés que atufás a alcanfor.
No tomés más sol, no seás bruta,
ni usés más bronceador.
No embromés,
va en serio mi advertencia.
No abusés,
mi amor, de mi paciencia.
Hacéme caso, no es farol:
¡no pongás esa carita al sol!